lunes, 23 de abril de 2012

El arte nos redime

Voy a Madrid. Me escapo de este patio monótono y asfixiante de Soria. Lo hago la víspera del 81 aniversario de la proclamación de la 2ª República española (ilusionada primavera de libertad y pensamiento fértil, rota en el 36). A un siglo del naufragio del Titanic. Viajo en el autobús de la mañana por autovía hasta Almazán. Después, puntos suspensivos hasta Medinaceli. En Madrid, el sol da nombre al centro. Un tentempié en La Mallorquina. En la Fnac hojeo el libro de Joshep Conrad “El Titanic” (Gadir, 2011) criticando la arrogancia del ser humano. Horror de aquella noche de abril. Solo las mujeres y los niños. Toca la orquesta (Serrat & Sabina) y recuerdo, con H. Magnus Enzensberger, la poesía: el lugar donde todo sucede. Un barco de película navega por los mares del drama y de la épica.
El tiempo vuela. Quedo a comer con los amigos Ignacio del Río y Gil Yagüe en La Taurina -ornato alusivo a la fiesta nacional, con cabezas de toros y fotos de famosos, como el Che Guevara u Orson Welles en Las Ventas-. Sale a relucir la bicha de la crisis en la charla: “Froilán y la prima única se disparan”. [Y el Rey cazando elefantes]. Precios e impuestos ahogan a los trabajadores. Los favores del progreso se han agotado, pero los más mentirosos -codiciosos insaciables- aumentan sus beneficios. Cuando Gil nos deja, Ignacio y yo vamos a la Fundación Mafre a ver sendas exposiciones.
De fotografía: Lewis Hine (Wisconsin, 1874-Nueva York, 1940). La cruda realidad del trabajo (infantil incluido) y de las máquinas. “Quise hacer dos cosas. Quise mostrar lo que había que corregir, quise mostrar lo que había que apreciar”. De pintura: Odilon Redon (Burdeos, 1840-París, 1916). Óleos, dibujos, grabados, paneles decorativos y bocetos para textiles. La realidad con el filtro de la imaginación. Desde sus Negros simbolistas a las escenas mitológicas y el Carro de Apolo, himno a la luz. Me hechizan las interpretaciones a los textos de Baudelaire, Poe, Mallarmé y Flaubert de tan enigmático pintor. Tanto como sus reflexiones: “La belleza y el bien están en el cielo. La ciencia está en la tierra y repta”; o “Mi padre me decía con frecuencia: ¿Ves esas nubes y distingues, como yo, formas cambiantes en ellas? Y me mostraba entonces, en el cielo mutable, apariciones de seres extraños, quiméricos y maravillosos”. Hay que saber mirar. Todo depende del punto de vista.
José María Martínez Laseca
(19 de abril de 2012)

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