¿Quién no ha visto sin temblar el desplazamiento temerario e impune de algún que otro ciclista haciendo piruetas por nuestra céntrica calle de El Collado, sorteando a la gente que pasea tan tranquila, ignorante de lo que se le puede venir encima, tanto de frente como por la espalda? Y donde digo ciclista muy bien puedo decir, asimismo, usuario de patinete eléctrico, monociclo, monopatín o artilugio equiparable. Máquinas, en definitiva, frente a personas, en clara desventaja para estas por ser la parte más débil en caso de atropello o colisión. Que, todavía, se les ve transitar indebidamente por las aceras o las mal denominadas zonas peatonales. Ello, pese a haber entrado en vigor el pasado día 2 de enero la nueva normativa para Conductores de Vehículos de Movilidad Personal, entre los que destacan los mentados patinetes eléctricos que han venido campando a sus anchas por nuestras ciudades.
Porque prohibidos quedan (y aún antes ya lo contemplaban algunas ordenanzas municipales), pero se incumple lo establecido. Porque la norma les resulta desconocida, alegan. Sepan, pues, que se les obliga a circular por la calzada y, además, a no superar los 25 kilómetros por hora. También tienen prohibido trasladarse por túneles, travesías, vías interurbanas, autovías o autopistas, estén o no dentro de la ciudad. Y deberán cumplir como cualquier otro conductor con las normas de tráfico y, en consecuencia, podrán ser sometidos a la prueba de alcoholemia y detección de drogas. No podrán llevar auriculares puestos, ni hacer uso del móvil o cualquier otro dispositivo mientras conducen. Se les exigirá en el futuro un permiso de circulación e incluso se está valorando la necesidad de que lleven casco y tengan un seguro.
Por supuesto que los sufridos peatones nos hemos alegrado de dicha regulación a la vista de los muchos comportamientos indebidos por aquellos irresponsables que, bajo la falsa premisa de lo ecológico, se sirven de estas nuevas maneras de moverse por la ciudad como si de la misma jungla se tratara. Tal libertinaje y permisividad han contribuido, sin duda, a que aumentara la demanda de tales artilugios, máxime en estos tiempos de pandemia en que vivimos. Y estas alternativas no se desincentivan con los estímulos correspondientes al uso del transporte público. Con todo, hay quien dice que la regulación, en vez de reducir su utilización, la ampliará. Opinan que el problema no se ha resuelto, sino que se ha trasladado a la calzada (lo ideal sería que fueran por el carril bici) con el consiguiente peligro para los otros vehículos y para ellos mismos, por supuesto.
También, respecto a otros vehículos, la normativa de la Dirección General de tráfico sanciona más los comportamientos de riesgo como conducir móvil en mano o no usar el cinturón de seguridad. Y pone nuevos límites de velocidad (a aplicar dentro de seis meses) en las vías urbanas en 20, 30 y 50 Km/h. según dispongan de una plataforma única de calzada, como las peatonales; tengan un único carril por sentido de circulación o se trate de calles o avenidas de dos o más carriles por sentido. Lo que debiera de contribuir, junto al mayor control de la distribución de mercancías y repartimientos, a hacer una ciudad más transitable, frente a lo alocada que se advierte cada día.
En esta reflexión sobre el impacto del tráfico en nuestras ciudades se piensa también atacar los aparcamientos mal hechos que se realizan sobre aceras (de patinetes, bicicletas, motos, etc.) puesto que estorban el paso a los viandantes e impiden la accesibilidad a las personas con movilidad reducida, cuyos vehículos quedan excluidos de la nueva regulación.
Podemos concluir que, durante estos últimos años, hemos observado en nuestras ciudades una clara invasión del ecosistema público. O, lo que es lo mismo, una evidente privatización del espacio público que, entre lo que se comen las terrazas de los bares, muchas de ellas ancladas con estructuras de cerramiento cual establecimientos fijos, y lo que invaden esos vehículos de transporte personal, es ya cualquier cosa menos público.
Asuma, por tanto, nuestro Ayuntamiento sus poderes y responsabilidades y no acabe dejándolo todo en manos del más puro liberalismo en materia de movilidad. E intervenga al respecto, en pro de una ciudad más cómoda y habitable por sus calles y plazas.
José María Martínez Laseca
(10 de enero de 2021)
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