Casi con más pena que gloria, por culpa de la acaparadora pandemia del Covid-19, sembradora de contagios y de muertes por doquier, se conmemoró el pasado 2020 el centenario del fallecimiento de Benito Pérez Galdós (1800-1920) que, en boca del poeta Antonio Machado, “No es solo Galdós el más fecundo de los novelistas españoles; es además el más fuerte, el más creador, el más original entre los maestros de su tiempo.” Y, en circunstancias similares, afrontamos este año 2021 el siglo cumplido del óbito de una escritora de idéntica pasión narrativa, que tanto admiraba al Pérez Galdós escritor; para quien, al mismo tiempo, supuso el gran amor de su vida. Lo corroboran las cartas eróticas que se cruzaron. Curiosamente, las que ella le escribió han sido publicadas, mientras que las de él a ella estaban desaparecidas, si bien ahora reaparecen en manos privadas. Se trata de Emilia Pardo-Bazán de la Rua-Figueroa, nacida en La Coruña el 16 de septiembre de 1851, que falleció en Madrid el 12 de mayo de 1921.
Como acto central de la efemérides está previsto el montaje de una gran exposición en la Biblioteca Nacional, desde el 21 de mayo al 29 de agosto. Con más de 200 piezas entre libros impresos, manuscritos, grabados y fotografías procedentes de la propia BNE y de otras instituciones. Su título de reclamo: “Emilia Pardo Bazán. El reto de la modernidad”. Porque ella asume el reto de la fractura. De que no hay soluciones globales. Para nada una beatorra rancia, ya que perteneció al mundo aristocrático más transgresor, con Gloria Laguna, lesbiana, o con Hoyos y Vinent, en un ambiente más libre en las costumbres que el burgués de los liberales que se consideraban de izquierdas. Tal como afirma su reciente biógrafa la historiadora y catedrática Isabel Burdiel, comisaria de la muestra. Además de ese rasgo distintivo de la novelista gallega, se subrayarán otros aspectos como su “dimensión transnacional y europea”, ahondando, también, en las “ambivalencias” que exterioriza, en tanto que “católica, carlista y feminista radical; como gallega y cosmopolita”. Esta muestra se trasladará después al Kiosko Alfonso de A Coruña, patrocinada por la Xunta y la Real Academia Gallega, que proyecta celebrar un congreso y la edición de su obra.
Uno recuerda que, en los manuales de Literatura de Bachillerato –cuando la literatura pintaba mucho más en los planes de estudio–, Emilia Pardo Bazán figuraba como introductora y exponente español representativo del Naturalismo. Acaso, porque publicó entre 1882-83 una serie de artículos bajo el título de “La cuestión palpitante”, donde estudia los precedentes del Naturalismo y las ideas del novelista francés Émile Zola. Hoy los estudiosos de la obra de Pardo Bazán se centran en su propia autodefinición como eclética y como realista. Y tienen, asimismo, en cuenta otras vertientes no menos importantes como la de su condición de “descubridora de la literatura rusa en esta parte de Europa”, según señala su gran conocedor Darío Villanueva. Ella se ocupó específicamente del simbolismo y movimientos afines. A “entender y explicar a sus contemporáneos españoles e hispanoamericanos el movimiento de las letras europeas en el último cuarto del siglo XIX y primero del XX”, al decir de González Herrán, dedicó, pues, un gran esfuerzo.
Entre sus obras más conocidas destacan “La tribuna” (1883) donde refleja la vida de una cigarrera reivindicativa en una fábrica, junto con “Los pazos de Ulloa” (1886) y su continuación “La madre Naturaleza” (1887), que componen un gran friso de gentes y paisajes del cosmos rural gallego, traspasados por pasiones violentas. Ya en “La Quimera” (1911), basada en la vida del pintor Joaquín Vaamonde, buscó reflejar la nueva sensibilidad modernista. Asimismo, prodigio de inventiva inagotable, cultivó con excepcional maestría el cuento y la novela corta, dos géneros en auge a fin de siglo.
Emilia Pardo Bazán, bien que aristócrata y conservadora en política y religión, fue, no obstante, independiente en su vida personal. Viajera por toda Europa, siempre lectora en varias lenguas y crítica muy aguda de la vida y las letras. Casada a los 16 años se separó después de su marido José Fernando Quiroga y Pérez de Deza y tuvo varios amantes: Galdós, Lázaro Galdiano, Blasco Ibáñez, etc. Mujer poliédrica e inclasificable, era sensible, inoportuna, maniática, talentosa, estridente, ambiciosa… Simplemente por el hecho de ser mujer vio pisoteados sus méritos por parte de la sociedad de su tiempo, misógina y machista. A pesar de la calidad de su extensa obra, de ser una figura clave en la renovación de la novela española del XIX, de ser la primera mujer en presidir la sección de literatura del Ateneo de Madrid y la Cátedra de Literaturas Neolatinas en la Universidad Central de Madrid, los académicos (Clarín, Zorrilla, Valera entre ellos) le negaron por tres veces (1889, 1903 y 1912) su acceso a la Real Academia de la Lengua, tildándola de puta, marimacho, gorda, fea… y de osada por querer ser reconocida.
Pero ella hizo siempre lo que quiso. ¿Qué hubiera pasado si me hubiera llamado Emilio? inquirió con ironía. Quería igualar los derechos y oportunidades de hombres y mujeres, que su voz y pensamiento fuera igual de válido. “La mujer tiene que tener un salario para ser libre”, señaló, adelantándose en 30 años a las escritoras anglosajonas. Su denuncia de la violencia machista atraviesa los cuentos reunidos en “El encaje roto”, aunque se destaca “Memorias de un solterón” (1896) como su obra más feminista. La protagonizan el soltero Mauro Pareja y la “extravagante, extraordinaria y ridícula” Feíta, sin duda “un álter ego” de doña Emilia. ¿Cuál es la mejor Pardo Bazán? ¿Ensayo, novela, cuento? Para gustos, los colores. Hay quien, como Nieves Abarca se fija en sus “Cuentos góticos”, y de terror, expresando que son alucinantes; o quien, como Domingo Villar, creador del inspector Leo Caldas, nos recomienda su novela corta “La gota de sangre” (1911), apuntando que “Pardo Bazán tiene un ramalazo de Agatha Christie, [ya] que fue la primera española en escribir una novela policiaca”.
Dicho todo lo dicho, este año nos toca honrar a Emilia Pardo Bazán. Y para eso nada mejor que leerla en su diversa creación literaria, para así conocerla mejor, mucho más allá de lo que memorizamos de nuestros viejos libros de texto del instituto.
José María Martínez Laseca
(24 de enero de 2021)