Me gusta, a veces, volver la vista atrás, al tiempo amarillo, husmeando en nuestra rica hemeroteca local de prensa histórica. Siempre uno encuentra reseñas periodísticas que le llaman la atención. De ello han surgido algunos de mis trabajos de investigación y en otras ocasiones me han servido para reflexionar sobre nuestra realidad actual. Es el caso de la crónica que, bajo el título de “Excursionistas”, apareció en “El Avisador Numantino” de 31 de mayo de 1911, p. 2. Narraba su anónimo redactor la llegada a la ciudad de Soria, el día anterior, martes 30, de la Comisión excursionista presidida por el ilustre Rector de la Universidad de Zaragoza D. Andrés Jiménez Soler, acompañado por D. Juan Moneva Pujol, catedrático de Derecho Canónico, D. Mariano Gómez González, auxiliar de la cátedra de Economía Política y Hacienda; D. José Pina Alconchel, profesor de Caligrafía de la Normal de Maestras de Zaragoza y alumnos de letras; los jóvenes estudiantes de Letras D. José Ramos, D. José Lorente y D. Víctor Sancho; los de Derecho, D. Pascual García y D. José García; el de Letras y Derecho D. Miguel Sancho Izquierdo y el de Medicina D. Joaquín Quílez. Acompañaba a los excursionistas el notable abogado D. Marcelino Isabal, exdiputado a Cortes y jefe de los republicanos unionistas de Zaragoza.
Fueron recibidos en la Estación por los profesores de nuestro Instituto D. Ildefonso Maés [director] , D. Agustín Santodomingo, D. Pelayo Artigas, don Francisco Santamaría , D. José Lafuente y otros señores. Los expedicionarios se hospedaron en el Parador del Ferial y sin apenas descansar, visitaron, acompañados de los profesores citados, del Sr. Granados y del Sr. Gómez Santacruz, el histórico y bellísimo monumento nacional San Juan de Duero, que llamó poderosamente la atención de los excursionistas por su originalidad, que constituye un verdadero problema para el arqueólogo.
El innominado periodista seguía contando: El Sr. Rector admiraba la singular arquitectura de los claustros y, como todos los sabios que han visitado tan notable joya, se preguntaba: ¿A qué orden, a qué estilo pertenece esta construcción, que para confundir más no aparece uniforme? Y detallaba algunos de los llamativos componentes de tan pequeño espacio como el que ocupa el antiguo Monasterio de la orden de San Juan de Jerusalén, que es digno de admiración. Hasta el punto de manifestar que tal monumento soriano era de más interés que los que acababan de ver en Toledo.
Después visitaron las bellezas que encierra la Colegiata, los pergaminos que se conservan en el Ayuntamiento, y por la tarde se trasladaron a Numancia. Los Sres. Granados, Gómez Santacruz, Palacio, el Alcalde Sr. Vicén y algunos otros señores dieron minuciosos informes de las excavaciones que se han practicado en aquel glorioso lugar, testigo de la más grande epopeya que registra la historia patria; trasladándose profesores y alumnos al campamento descubierto por la comisión alemana que dirige el señor Schulten, donde estuvo el ejército romano que acaudilló Escipión.
Y concluía señalando que ese mismo día, miércoles 31, habían visitado la Iglesia de San Juan de Rabanera, el Instituto de segunda enseñanza y el Museo Numantino. Partiendo esa misma noche para Zaragoza.
Como le ocurre hoy en día a tanta gente que nos visita, el que se lleven un grato recuerdo de nuestra tierra depende en gran medida de esos elementos de nuestro patrimonio histórico-artístico, cual el arte románico de nuestras viejas iglesias; arqueológico, como Numancia; etc., que constituyen una parte esencial de nuestras inequívocas señas de identidad. Lo que podríamos denominar “Marca Soria”.
Además, a mí, personalmente, me ha llamado la atención la extensa relación de personas que aparecen en ella. Así, ampliar la información sobre quienes fueron cada uno de ellos resulta un interesante ejercicio, favorecido por la facilidad de su búsqueda en Internet. Pero, al estar vinculada la referida excursión a la enseñanza (entonces pertenecíamos al distrito de la Universidad de Zaragoza) y con protagonismo del claustro de profesores del que era nuestro único Instituto, yo eché a alguien de menos: concretamente, al Catedrático de Francés y eximio poeta D. Antonio Machado Ruiz. Por supuesto que su ausencia estaba más que justificada, al encontrarse, desde el inicio de ese mismo año, acompañado de su joven esposa Leonor Izquierdo Cuevas, en París, becado por la Junta de Ampliación de Estudios. Y allí, el 14 de julio, día nacional de Francia, surgió la tragedia, que acabaría fraguando la leyenda de uno de los grandes amores que en la historia de la humanidad han sido.
Casi 110 años después de aquello, el paso de Antonio Machado, inmortalizando nuestro austero paisaje en sus versos, se ha sumado para siempre como un imprescindible de nuestra “Marca Soria”.
José María Martínez Laseca
(14 de noviembre 2020)
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