Tiempos
difíciles. Vivimos en “estado de alarma” prorrogado. Confinados. (¡Quédate en
casa!, para protegerte tú y proteger a los demás). A causa de la pandemia del
coronavirus. ¿Ciencia ficción?: la III guerra mundial contra un enemigo
despiadado e invisible. Cual pesadilla. Una distopía o mal lugar. Nada de
realidad virtual. Su incidencia sobre nuestras vidas cotidianas supera lo
imaginable. Por lo insólito. Sirvan para mostrarlo sinónimos de esta última
palabra. Tales como: 1.-Nuevo, ya que ha sorprendido al mundo entero por tratarse
de un virus desconocido, brutalmente contagioso; 2.- Extraño, al dejar vacías calles
y plazas de pueblos y ciudades, sin gente que transite e interactúe
socialmente; 3.-Extraordinario, que el ejército, con la UME al frente, se haya
desplegado por toda España; 4.-Desacostumbrado, que el Congreso de los
Diputados celebre plenos surrealistas con contados representantes; 5.-Anormal,
el parón laboral, con cierre de colegios, comercios, empresas y muchos
trabajadores afectados por los ERTEs. 6.-Absurdo, que se hayan robado recursos
materiales y humanos en sanidad, educación, dependencia, etc., aumentando las
desigualdades.7.-Raro, que no podamos saludarnos piel con piel al vemos, ni tampoco
llorar a nuestros seres queridos al despedirnos y 8.- Extravagante, que haya
políticos perversos, mientras peligran vidas y lo prioritario es que
concentremos los esfuerzos en frenar la infección para evitar que se colapse el
sistema sanitario.
Esta obligada clausura debería hacernos
reflexionar sobre nuestra propia condición humana. En esta sociedad deshumanizada:
competitiva, soberbia y egoísta. Devota del dios dinero. Con sus valores cívicos
a la baja. Que culpa siempre al otro. De nuestro comportamiento ante las
desgracias que golpean a los más vulnerables: colectivos de mayores, discapacitados,
desfavorecidos... Del mucho desprecio a lo público y alabanza de lo privado
(tres de cada cuatro de las 5.500 residencias de ancianos existentes son
privadas). Sobre nuestros idolatrados referentes sociales: futbolistas, gente
de la farándula, etc. Máxime, ahora que aplaudimos por auténticos héroes a
sanitarios, investigadores, policías y otros muchos oficios fuera de los focos
y mal pagados, que, jugándose sus vidas, nos cuidan y nos salvan.
¿Cómo saldremos del túnel? ¿Mejores o
peores personas? ¿Sabiendo discernir lo auténtico de lo falso? ¿Crearemos más
estructuras de solidaridad o volveremos, por el contrario, a las andadas?
José
María Martínez Laseca
(26
de marzo de 2020)
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