Hay días en que la poesía le sale a uno al paso donde menos se lo espera. Me ocurrió el pasado lunes 25-N, a mediodía. Yo paseaba por la céntrica calle El Collado de la ciudad de Soria, frente a la Plaza de San Esteban, donde convoca la Asociación de Mujeres “Antígona”. Dolor y lucha. Máxime en esa fecha: Día Internacional contra la violencia de género. Morado del maltrato [y clamor popular en las calles]. Vivas y libres. Contra una lacra social que registra 1.028 mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas desde 2003; 52 de ellas en lo que va de año. Por allí me encontraba yo, cuando se me acercó el paisano José Antonio Fernández García y me pidió que le acompañara, porque quería regalarme un libro de poesía. Dicho y hecho. Se trataba del poemario “Soria pura” de Ángela Figuera Aymerich [1902-1984], 8, Colección “Mensajes”. Madrid, 1949. Este año además cumple 70 años, añadió mi donante al despedirse.
Pura alegría. Leí con avidez los poemas impresos en sus páginas -amarilleadas por el tiempo transcurrido- bellamente ilustradas con dibujos de su hermano, el pintor Rafael Figuera. Mi inmediata impresión fue que se trataba de una hermosa carta de amor dirigida al poeta Antonio Machado, el mejor cantor de los Campos de Soria: “Me fui con tu libro allí, / y luego no hacía falta: / todos tus versos, Antonio, / el Duero me los cantaba.// Siempre los canta”. La poesía hecha palabra re-creando al autor de “Campos de Castilla”. Diáfana en su mensaje. Palpitando emociones de sus vivencias sorianas durante el verano. Tamizadas en la soledad interior de su corazón. Son 48 poemas repartidos en 6 apartados. De comunión con la naturaleza, vertida en cuatro elementos: tierra, agua, aire, árbol. En ellos se logra apresar no sólo la belleza, sino el alma misma del paisaje. Emotivo y cordial. De amor, dolor, recuerdos: vida. Perdurable en unas pocas palabras verdaderas. Con esta obra la poeta bilbaína consiguió el Premio Verbo.
Al libro “Soria pura” le siguió el difundido poema “Exhortación impertinente a mis hermanas poetisas”. Donde avanza una poesía de la preocupación y del grito. Desde unos presupuestos estéticos e ideológicos comprometidos radicalmente con el mundo que la rodea y con la propia existencia. Gozosa, sí; pero, a la vez, sin ignorar el dolor, ni el odio, ni la muerte. Ángela Figuera reivindica en su poesía el digno papel social y cultural de la mujer.
José María Martínez Laseca
(28 de noviembre de 2019)