domingo, 22 de abril de 2018

Inmuebles

A la hora de darnos un significado a esta palabra, el Diccionario de la Lengua Española de la RAE resulta muy lacónico, ya que nos dice simplemente: “casa (edificio para habitar)”. Al amplificar algo más su acepción, la busco en un diccionario de uso que me aclara: “Dícese de los bienes no trasportables, como tierras, edificios, construcciones o minas, así como de los adornos, artefactos o derechos considerados no muebles”. Aunque, también, acaba aquí sintetizándolo en “casa, y especialmente edificio de varios pisos”. Con esto último me quedo para mi reflexión sobre la problemática que aquí nos ocupa. Y aún me acojo a su etimología latina “immobilis”, o sea inmóviles, lo que se traduciría al lenguaje coloquial como “so” o “quieto parao”. Así, sin inmutarse lo más mínimo, llevan traspasada la raya del tiempo donde ya se nos acaba la paciencia varios edificios de más de un piso y considerable volumen, dentro del casco urbano de nuestra ciudad. Son bienes que pertenecen al propio municipio u otra entidad local, autonómica o estatal y que están destinados al aprovechamiento de sus vecinos o ciudadanos. A veces incluso tienen un cierto abolengo, por ser heredados de nuestros abuelos o antepasados.
            Y podemos contemplarlos, de norte a sur y de este a oeste, cuando paseamos, desperdigados  por esta capital, envueltos en esa telaraña de desidia que suele ser el anticipo de toda ruina, si no de su continente, sí de su contenido, uso o utilidad. Que hay una larga relación de esos inmuebles públicos cuestionados, que emergen como cadáveres de ahogados a la superficie. Podemos empezar por la cárcel, eufemísticamente centro penitenciario, pues penitentes somos todos, en el compás de espera desesperado de su terminación y apertura de una vez. Como en lista de espera se encuentra también el rimbombante Centro de Referencia Estatal de Atención Sociosanitaria para personas dependientes, que lleva cuatro años cerrado. O el que fuera Banco de España, ahora aspirante a subdelegación del Gobierno. El otrora restaurante Alameda en el parque central de la Dehesa. Incluso el Mercado Provisional de la plaza Concepciones, pendiente de traslado quién sabe a dónde. Sin olvidarme tampoco del Colegio Universitario, ni del Cuartel de Santa Clara. No son bienes mostrencos, si bien quedan en manos de irresponsables tales, por ignorantes o tardos en discurrir. 
José María Martínez Laseca
(5 de abril de 2018)

No hay comentarios :

Publicar un comentario