Hoy 22-F se celebra el 79 aniversario de
la muerte del gran poeta Antonio Machado Ruiz (Sevilla, 1875-Collioure, 1939). Él pasó por aquí, porque Soria fue su primer
destino como catedrático de francés de Instituto. Aquí vivió la dicha del amor
con su esposa-niña Leonor Izquierdo Cuevas y padeció el dolor punzante de
perderla prematuramente. Y aquí, en Soria, escribió su memorable poemario
“Campos de Castilla” (1912).
Por culpa de aquella
maldita guerra incivil y fratricida (1936-1939), tú, fiel defensor de la España
legítima, la republicana, que se vio acorralada por los facciosos sublevados,
tuviste que emprender una desesperada huida. La intensa lluvia y el frío del invierno
acompañaron la interminable hilera de vencidos, aterrorizados por el zumbido de
los bombarderos. Cruzasteis la frontera
de Porbou, camino del exilio. Y arribaste, con los tuyos, al Rosellón francés a
finales de enero. Al pueblecito de Collioure –collado libre, en catalán–
luminoso y en calma, con su caserío de pescadores, junto a la playa del mar
Mediterráneo. Pauline Quintana, la dueña del hotel Bougnol-Quintana, os acoge, hospitalaria,
a ti, a tu madre Ana y a tu hermano José
con Matea, junto a otros españoles y varios militares.
Corren las horas y los
días pasan, lees algo, paseas y meditas mucho. El 22 de febrero de 1939,
miércoles de ceniza, Antonio entra en coma y muere. Son las tres y media
de la tarde. Un biombo lo separa de su madre moribunda en otra cama a su lado,
en la misma habitación. Fue concurrido el entierro. Milicianos republicanos
refugiados portaron su ataúd a hombros hasta el cementerio. Para darle tierra
en una fosa prestada. Ahora duerme su sueño tranquilo y verdadero. Machado y su
madre Ana, que falleció tres días después, yacen ya unidos en la misma tumba.
Será hacia el mediodía
de hoy cuando, Monique, biznieta de exiliados republicanos españoles, a la que
le han contado esta triste historia, se acerque hasta esa tumba, deposite una
rosa sobre su fría lápida y recite estos versos de Rubén Darío en su memoria: “Misterioso
y silencioso / iba una y otra vez. / Su mirada era tan profunda / que apenas se
podía ver…” En Soria, el joven Gonzalo hará un ritual similar, rosas y versos,
en el alto Espino, ante la tumba de Leonor. Ambos saben muy bien que con la
poesía de Machado siempre florecerá un nuevo mañana.
José María Martínez Laseca
(22 de febrero de 2018)