“El paisaje político español es
doméstico y desvaído porque en él proliferan los curas rebotados, los militares
cojonudos, los periodistas hampones, los altos cargos que no saben hablar
español, los inquisidores conversos, los títulos nobiliarios consortes e hipogenitales,
los toreros de salón, los líricos menesterosos, los novelistas sociales, los
eruditos a la violeta, los pescadores en río revuelto, los seudodemócratas que
ignoran que el triunfo en las urnas da el poder, pero no la sabiduría ni la
prudencia”, escribía Camilo José Cela en 1986. Y yo dejo, 30 años después, a
juicio de mis lectores si resta algo de aquella fauna en el panorama político patrio actual,
colapsado por falta de pacto de gobierno. Los excesos de corrupción y de
soberbia han hecho estragos y la evidente falta de empatía dificulta poner a
tres en raya, de los cuatro grandes partidos, para salir del atasco y evitar la
convocatoria de unas terceras elecciones generales a las puertas de la Navidad. Tomo la cita inicial
de la exposición “Camilo José Cela 1916>2016. El centenario de un Nobel. Un
libro y toda la soledad”, que visité el viernes pasado en la Sala Recoletos de la Biblioteca Nacional
de España. También, en otras salas de esta misma biblioteca, la exposición “Del
dibujo a la palabra” celebra el centenario del nacimiento de Antonio Buero
Vallejo (1916-2000). Dos escritores estos que, junto a Blas de Otero (1916-1979),
inscritos en la buena “cosecha del 16” ,
revolucionaron la narrativa, el teatro y la lírica española, respectivamente,
durante la dictadura franquista, alzando sus “voces en un tiempo de silencio”. Por
cerrar a las 21 h., pude llegar hasta la sede del Instituto Cervantes y mirar
la sencilla muestra “El recuerdo más cercano”, también en homenaje a Cela, hombre
con cara de caballo y voz de campana, según Jaime Campmany. Previamente a alcanzar estos dos objetivos,
tuve que pasar en mi andadura junto al Museo del Prado, donde una interminable
cola de gente esperaba para acceder a la magna exposición en torno a otro
genio: el pintor Hyeronimus van Aeken, (1540-1516), conocido por “El Bosco”.
Anoto tan solo este episodio de mi viaje a la Villa y Corte, hecho en el bus de línea Logroño-Soria-Madrid,
que sufrió un accidente el pasado lunes,
con muy trágico resultado.
José María Martínez Laseca
(22 de septiembre de 2016)