Los crímenes nos perturban por
ser delitos contra la vida. El cómo se mata habla de nuestra cainita condición
humana y nos lleva a conocer sus causas y los índices de criminalidad. A Pascual
Madoz -ver su Diccionario (1849)-, le sorprendió la excesiva criminalidad de
Soria. También a Antonio Machado a principios del siglo XX. Su amigo José María
Palacio prologó “La delincuencia en España” (Soria, 1915) del magistrado Ramón
Ferrer, donde asimismo salíamos malparados. José Vicente Frías Balsa recogió
esta crónica negra en su libro “Crímenes y asesinatos en Soria” (1998), de la
que va a publicar la segunda parte. No obstante, al tratar de lo sucedido aquí,
no incluirá en sus páginas este otro crimen al que yo me refiero. Lo protagonizaron
dos sorianos, aunque alejados de su tierra.
Era la España de la Restauración (1875-1902)
con el despegue de la siderurgia vasca. A partir de 1879 se formaron tres
empresas que se fusionarían en Altos Hornos de Vizcaya (1902). Al sur de Bilbao
se encontraba el coto minero de Castrejana, con su mina Primitiva, un
importante depósito de carbonato de hierro, que, desde 1881, explotaba el
empresario José Mac Lennan. Allí acuden, en 1893, desde Peroniel del Campo
(Soria), Justo Martínez, “el Poeta” y Andrés Burillo, “el Chato”. Era su
compañero José Arteche, un minero de mal genio, casado en 1892 con Casilda,
natural de Miranda de Ebro, 30 años, pequeña y gruesa, de facciones duras,
alfabeta y antipática, que unos años antes había llegado a Bilbao como criada. El
matrimonio completaba sus ingresos alquilando una habitación, por lo que “el
Chato” y “el Poeta” se trasladaron, de pupilos, a vivir con ellos. Transcurrieron
solo cuatro meses de convivencia y durante ese tiempo arreciaron los conflictos
matrimoniales.
Arteche, afectado por los celos,
reprendía a Casilda su conducta, por lo que la mujer deseó la desaparición de
su marido. Así, en la madrugada del 7 de febrero de 1894, a la hora del
desayuno, Justo y Andrés acabaron con Arteche a martillazos y arrojaron su
cadáver al río Cadagua. El tenso juicio por asesinato se celebró con jurado
popular los día 29 y 30 de abril de 1895 (hace 120 años) y levantó morbosa
expectación. ¿Crimen pasional? Nunca se supo. La sentencia fue de pena de muerte
para los tres. Pero no se ejecutó.
José María Martínez Laseca
(29 de octubre de 2015)
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