Si hay en España, como leí,
350.000 establecimientos de hostelería, y somos 46,4 millones de españoles,
tocamos a un bar por cada 132 habitantes. En el ranking de provincias, Soria
ocupaba el puesto 17, estando por encima de la media. Ello dice mucho de
nuestra idiosincrasia. Los bares son lugares de asilo para cuantos buscan
refugio a su soledad o la intemperie. Espacios de encuentro, cálidos, donde
ahogar las penas. Así ocurre con mi querido bar “El Cielo”, al que, por
ubicarse en un entorno céntrico, acuden, entre la rica fauna de la comedia
humana (trabajadores, parados, jubilados, estudiantes, paisanos y forasteros…)
mis queridos amigos “El Chismoso” y “El Espabilao”. Con ellos trabo
conversación amena y disfruto de la libertad de pensamiento, del gozoso
intercambio de palabras para denunciar, desde la reflexión crítica, realidades
infames. La caña de cerveza o el chato de vino contribuyen a romper ese
silencio impuesto por los poderosos para mantenernos dóciles y que a su sí no digamos
no.
Se notaba el inicio del curso
académico. Llegaba el tiempo de vendimia. Ya el otoño tintaba el paisaje con su
paleta de colores ocres y amarillos. Se anunciaban las fiestas del patrón San
Saturio. Estábamos los tres en “El Cielo”, pegados a la barra. “El Chismoso”,
que ojeaba el “Diario de Soria”, nos leyó este dramático titular: “Uno de cada
cuatro sorianos está en riesgo de pobreza” y continuó: “Entre los meses de
enero y junio, el Banco de Alimentos de Soria ha repartido 136.000 kilos de
comida a las 37 entidades benéficas con las que opera, de tal forma que estos
alimentos han llegado a unos 3.600 beneficiarios”. “Las desigualdades sociales
se han incrementado mucho en nuestro país, mientras que la riqueza se concentra
en muy pocas manos. Han caído los sueldos y abundan los pobres con empleo, que no
ingresan lo suficiente para poder cubrir necesidades tan básicas como la
vivienda o mantener los ritmos de consumo. Están endeudados y tienen
hipotecadas sus vidas”, añadió “El Espabilao”. “El problema radica –concluí yo–
en que invertir en la especulación financiera es más rentable que hacerlo en la
actividad productiva cuando esta propicia un reparto más justo de la riqueza. Al
neoliberalismo le importa más el dinero que las personas. Por eso se le llama capitalismo
canalla”.
José María Martínez Laseca
(24 de septiembre de 2015)
(24 de septiembre de 2015)