A año viejo muerto, año nuevo puesto. Uno menos, dirá el pesimista. Uno más, digo yo, realista-optimista. Cual me apuntó un mediodía en la plaza de Herradores mi viejo amigo Ulpiano, demostrando con su sabia conducta haber captado la mejor esencia de la filosofía existencialista, mostrándome en la pantalla de su teléfono móvil la foto de los pechos tersos y morenos de su manceba latina y razonándolo así: -mi padre murió a los 61 años y mi hermano con 62; yo ya tengo 63, así que no pierdo el tiempo. Se trata de “sentir que es un soplo la vida”, como en el tango de Gardel.
No bajan límpidas las aguas del padre Duero en su amorosa curvatura en torno a Soria, sino, por el contrario, turbias. Ensuciadas por la propia realidad social de los tiempos que corren. –Me están dando la comida –me dice mi perpetua– al ver en el telediario esa parodia de rebaja de la luz del 11 al 2,3 %. “Te dejan optar entre recibir 20 bofetadas juntas o repartidas en 20 veces para que las digieras mejor, pero nunca te libras de pagar sus abusos, ya que tienen la balanza trucada y la luz no deja de subir”. Como todo: impuestos, precios, transporte, calefacción, agua… mientras que nos congelan sueldos y hasta el salario mísero interprofesional y nos recortan en educación, sanidad y pensiones, que ya les vale. Cara luz al final del túnel. ¿Cómo puede ver Rajoy brotes verdes, cuando arrecian hambre y frío del crudo invierno social? Con 6 millones de parados (que son 6.000 en Soria). Chirría la macroeconomía en este periodo de glaciación de nuestras vidas cotidianas. El progresivo empobrecimiento de cuantos antes “vivían por encima de sus posibilidades” es manifiesto. Somos cada vez más pobres y menos progres. Más de derechas y con menos derechos. Derechos y libertades recortados, con leyes unilaterales como las de la reforma laboral, educación, aborto, seguridad, huelga…, que convertirán en claro riesgo el ejercicio de la participación ciudadana.
¿Por qué protestar, pues? Por todo. Sin mayorías silenciosas. Que la política es autoayuda colectiva. Y aunque nos lo quiten todo, siempre nos quedará la palabra. Por ello mi privilegio de poder escribir me obliga a algo más que al mero placer estético. Al compromiso y la rebeldía, incluso contra la misma izquierda. Aun a pesar de sus dirigentes, seguiré siendo de izquierdas. Con mis mejores deseos para mi lectorado. Carpe diem. Feliz 2014.
José María Martínez Laseca
(2 de enero de 2014)
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