Adiós verano. Ya estamos a las puertas del otoño, la estación en la que la naturaleza mudará el color de su ropaje por los tonos ocres y amarillos. Tan propensa para la meditación y el recogimiento. Vendrá la ansiada recolecta de hongos y setas, en la que se prevé una buena campaña. Se dice que es la última del proyecto Myas, porque la Junta pretende una nueva normativa reguladora del sector micológico. Y nuestra sabrosa trufa negra retornará al Madrid-fusión, cual estrella invitada. Se binan los labrantíos, disponiéndolos para la inminente siembra. En símil, otros hablan de emprendimiento y semilleros de empresas para despertar la economía del estado de abulia en que se encuentra. Es tiempo de vendimia. De recogida de avellanas y manzanas, de frutos del bosque como arándanos y moras, majuelos y endrinas, entre otros. Pronto se elaborarán los Presupuestos Generales del Estado, con previsión de ingresos y de gastos para el 2014. Con unas perspectivas poco halagüeñas.
Nos sentimos cercados, como el general Custer en la batalla de Little Big Horn por las tribus indias. En todas partes cuecen habas. Como en Inglaterra, donde Cameron quiere privatizar el histórico servicio de correos, con el que ni la Thatcher se atrevió: “¿Cómo voy a privatizar yo la cabeza de la reina? dicen que dijo, aludiendo a su icono en los sellos. También en Portugal se carga contra los funcionarios, rebajando sus sueldos hasta un 60% y menguando sus pensiones. Aquí también estamos con la reforma-estafa de las pensiones, que llegará al Parlamento antes de fin de año, con su revalorización al margen del IPC, vinculándola a la esperanza de vida. Sólo está el mercado como único elemento de valor. Congelarán salarios, y quizás ya no se atrevan con la paga extra. Hace tres años que llevan reduciéndose los salarios de los trabajadores. Con pérdida de poder adquisitivo una vez tras otra. ¿Para cuando una reforma de calidad empresarial española? Tras la opulencia de nuestro modelo enladrillado de crecimiento hasta 2008, todo lo que parecía sólido (sanidad, educación, pensiones, prestaciones sociales) comenzó a desmoronarse ante la resignación de la gente. “Cuando yo era joven –dice Roberto Savio- hablar de justicia social era un tema común, hoy es un tema solo de izquierdas”.
José María Martínez Laseca
(19 de septiembre de 2013)
lunes, 23 de septiembre de 2013
Jesús Dulce: vivir y escribir la vida
La radio compañera y confidente me trajo en la mañana de este pasado sábado, 14 de septiembre, la noticia triste de la muerte del amigo Jesús Dulce González, “el ochentón que quiere disimularlo” como me señaló una vez. Su níveo y abundante pelo delataba lo mucho e intensamente que había vivido y sufrido. Muy singular era su porte paseando por el Collado: caballero de fina estampa quijotesca, por lo de alto y delgado, que lo identificaba en la distancia, si bien en más de un caso, según me comentara, llegaron a confundirlo con el gran Samuel Beckett. Y, en verdad, que, observado de perfil, nos daba el pego.
Había nacido aquí y cumplió los once años cuando estalló nuestra sangrienta guerra incivil. Su biografía ,de 88 años, es la de tantos españoles humildes que hubieron de sobrevivir a la dura posguerra y aguantar la prolongada dictadura franquista trabajando muy duro, e, inclusive, se vieron obligados a emigrar de su patria chica, como hizo él también al País Vasco. A su retorno se ocupó en la ferretería de su apellido, de la calle Ferial, en donde muchos lo recordamos tras el mostrador. Pero el auténtico rejuvenecimiento de Jesús Dulce comenzó, como en el milagro del olmo seco, tras su jubilación, ya que a partir de ahí pudo dedicar su tiempo libre –respaldado por su amada esposa Rosario- a sus preciadas aficiones. Sus muchas inquietudes culturales –ávido de saberes- las fue canalizando a través de asociaciones como la del Museo Numantino, siendo además asiduo a las actividades del Palacio Cultural de la Audiencia. Yo lo conocí más de cerca por ser uno de los integrantes de la tertulia que manteníamos los jueves un grupo de escritores en el Casino Amistad-Numancia y que culminábamos con recitales poético-Musicales.
Ya por entonces, Jesús había publicado su interesante libro “La gran divinidad” (1997) centrado en los años cuarenta. Cierta vez nos mostró con orgullo una carta elogiosa que había recibido de Antonio Muñoz Molina. En tanto que socio del Círculo de Lectotes era un gran devorador de libros. En su rutina diaria acostumbraba pasear por el camino de Los Royales. Iba allí portando su periódico, su libro y su botella de agua y en la piedra junto a un erguido chopo encontraba su mejor acomodo para acometer la íntima y solitaria actividad que constituía su mayor pasión. Siempre se ha dicho que detrás de todo escritor hay primero un gran lector. Y este era el caso.
Le pasó a Jesús Dulce como a Alonso Quijano. Su sesera se la fueron “ocupando un montón de seres y situaciones que me pedían libertad y decidí escribir para hacerlos libres y despejarla.” No cabe duda de que se trata un escritor prolífico. Que si bien es tardía su cosecha, pareciera que a partir de su arranque se hubiera dado prisa en irrigar su imaginación y dar así vida a sus numerosos fantasmas. Fruto de esa perseverancia fue forjando hasta nueve novelas. Cinco quedan inéditas, como “Rosario”, la vida de una mujer nacida en 1922; “Historia de un abogado”, que ejerce la abogacía mientras su corazón le lleva a la poesía; “El dios de los ateos”, en el que se exalta el amor a la libertad y “El manantial de la vida”, en el que al autorizar el desenterramiento de seis fusilados para enterrarlos en el cementerio tan solo aparecen cuatro. Las otras cuatro se han visto publicadas, como la ya mentada de “La gran divinidad”; “Maketo” o historia de un soriano en Euskadi, “Juego de Cartas”, sobre la vida y los acontecimientos en los años cincuenta y “Los sueños del desertor” (2005) o la trayectoria vital de un joven que siempre desertaba cuando los acontecimientos intentaban doblegar su ética. En resumen: su pluma era suelta en el contar, con descripciones detalladas, diálogos ágiles entre sus personajes y siempre candentes conflictos humanos por temática, lo que hace muy agradable su lectura.
Tras el funeral de la mañana del domingo día 15, en la iglesia parroquial de San Francisco, mientras el féretro se disponía en la funeraria que iba a trasladarlo al alto Espino para darle tierra, pensé igual que Machado: “lleva quien deja y vive el que ha vivido”. A mi lado, Luis Diago me dice que sobre su poyo de Los Rojales dejó ayer un ramito de flores en su memoria. Ya en mi casa, subrayé estas palabras de su último libro: “Ya mayor, fue un rebelde, siempre estuvo junto al pueblo; nunca oyó los cantos de sirena de los gobernantes y patriarcas religiosos”. Y lo advertí como un rebelde, sí, por una causa tan justa como la dignidad de ser personas en estos tiempos revueltos.
José María Martínez Laseca
(18 de septiembre de 2013)
Había nacido aquí y cumplió los once años cuando estalló nuestra sangrienta guerra incivil. Su biografía ,de 88 años, es la de tantos españoles humildes que hubieron de sobrevivir a la dura posguerra y aguantar la prolongada dictadura franquista trabajando muy duro, e, inclusive, se vieron obligados a emigrar de su patria chica, como hizo él también al País Vasco. A su retorno se ocupó en la ferretería de su apellido, de la calle Ferial, en donde muchos lo recordamos tras el mostrador. Pero el auténtico rejuvenecimiento de Jesús Dulce comenzó, como en el milagro del olmo seco, tras su jubilación, ya que a partir de ahí pudo dedicar su tiempo libre –respaldado por su amada esposa Rosario- a sus preciadas aficiones. Sus muchas inquietudes culturales –ávido de saberes- las fue canalizando a través de asociaciones como la del Museo Numantino, siendo además asiduo a las actividades del Palacio Cultural de la Audiencia. Yo lo conocí más de cerca por ser uno de los integrantes de la tertulia que manteníamos los jueves un grupo de escritores en el Casino Amistad-Numancia y que culminábamos con recitales poético-Musicales.
Ya por entonces, Jesús había publicado su interesante libro “La gran divinidad” (1997) centrado en los años cuarenta. Cierta vez nos mostró con orgullo una carta elogiosa que había recibido de Antonio Muñoz Molina. En tanto que socio del Círculo de Lectotes era un gran devorador de libros. En su rutina diaria acostumbraba pasear por el camino de Los Royales. Iba allí portando su periódico, su libro y su botella de agua y en la piedra junto a un erguido chopo encontraba su mejor acomodo para acometer la íntima y solitaria actividad que constituía su mayor pasión. Siempre se ha dicho que detrás de todo escritor hay primero un gran lector. Y este era el caso.
Le pasó a Jesús Dulce como a Alonso Quijano. Su sesera se la fueron “ocupando un montón de seres y situaciones que me pedían libertad y decidí escribir para hacerlos libres y despejarla.” No cabe duda de que se trata un escritor prolífico. Que si bien es tardía su cosecha, pareciera que a partir de su arranque se hubiera dado prisa en irrigar su imaginación y dar así vida a sus numerosos fantasmas. Fruto de esa perseverancia fue forjando hasta nueve novelas. Cinco quedan inéditas, como “Rosario”, la vida de una mujer nacida en 1922; “Historia de un abogado”, que ejerce la abogacía mientras su corazón le lleva a la poesía; “El dios de los ateos”, en el que se exalta el amor a la libertad y “El manantial de la vida”, en el que al autorizar el desenterramiento de seis fusilados para enterrarlos en el cementerio tan solo aparecen cuatro. Las otras cuatro se han visto publicadas, como la ya mentada de “La gran divinidad”; “Maketo” o historia de un soriano en Euskadi, “Juego de Cartas”, sobre la vida y los acontecimientos en los años cincuenta y “Los sueños del desertor” (2005) o la trayectoria vital de un joven que siempre desertaba cuando los acontecimientos intentaban doblegar su ética. En resumen: su pluma era suelta en el contar, con descripciones detalladas, diálogos ágiles entre sus personajes y siempre candentes conflictos humanos por temática, lo que hace muy agradable su lectura.
Tras el funeral de la mañana del domingo día 15, en la iglesia parroquial de San Francisco, mientras el féretro se disponía en la funeraria que iba a trasladarlo al alto Espino para darle tierra, pensé igual que Machado: “lleva quien deja y vive el que ha vivido”. A mi lado, Luis Diago me dice que sobre su poyo de Los Rojales dejó ayer un ramito de flores en su memoria. Ya en mi casa, subrayé estas palabras de su último libro: “Ya mayor, fue un rebelde, siempre estuvo junto al pueblo; nunca oyó los cantos de sirena de los gobernantes y patriarcas religiosos”. Y lo advertí como un rebelde, sí, por una causa tan justa como la dignidad de ser personas en estos tiempos revueltos.
José María Martínez Laseca
(18 de septiembre de 2013)
lunes, 16 de septiembre de 2013
Premium y castigo
Querido diario: hablo de infraestructuras viarias. De nuestras comunicaciones clave, en tanto que motores de desarrollo y cauces de vertebración territorial. Entre Soria y Madrid pongo por caso. Otrora con fondas mayores -en el camino compartido de Taracena a Francia-, donde paraban las diligencias y con multitud de posadas, paradores y casas, donde podía hospedarse el viajero con comodidad y economía. Luego, tras la apertura del ferrocarril Soria-Torralba irrumpió el tren de mercancías y viajeros, con sus vagones de tercera. Eran comunicaciones condicionadas por la topografía del terreno y cuya evolución histórica arranca de la romanización y sus calzadas hasta consolidarse en sus ejes viarios principales en el siglo XVIII, adoptando un carácter radial -con centro en Madrid-, que todavía persiste en la actualidad. En ambos casos -carretera y ferrocarril- se trataba de un largo viaje, que se hacía interminable. Pero, entonces, no había tantas prisas por llegar, como ahora sucede, ya que las distancias se miden no en Kms. sino en tiempo. Entre Madrid y Soria media una distancia de 226 km. No obstante, se tarda en llegar -sin novedad- cerca de 3 horas, con una velocidad media de apenas 90 Km/h. Se da, pues, la paradoja de que Zaragoza -más lejana que Soria de Madrid-, está más cercana en tiempo de acceso, gracias al AVE (en torno a 1h. y 20 m.).
Ni que decir tiene que los avances tecnológicos -desarrollados exponencialmente en las últimas décadas- han revolucionado nuestra forma de comunicarnos. Y ha sido una constante electoral la promesa de conectar Soria con la capital de España por medio de vías de alta capacidad (autovías) y de alta velocidad (AVE-lanzadera). Pero las inversiones, incumplidas en los años de opulencia, con la crisis actual tampoco se acometen. Para viajar, pues, a Madrid: coche, tren o autobús. El billete normal -hay descuentos- del tren Soria-Chamartín te cuesta 21,30 €; el del autobús ALSA normal 16,12 €. y el Premium, lujoso y caro, 29,30 €. No cabe otra elección: no existe mayor competencia. Con todo, el peor castigo de este viaje por la autovía A-15, inacabada, son sus insoportables rotondas. Para marearse y vomitar.
José María Martínez Laseca
(12 de septiembre de 2013)
Ni que decir tiene que los avances tecnológicos -desarrollados exponencialmente en las últimas décadas- han revolucionado nuestra forma de comunicarnos. Y ha sido una constante electoral la promesa de conectar Soria con la capital de España por medio de vías de alta capacidad (autovías) y de alta velocidad (AVE-lanzadera). Pero las inversiones, incumplidas en los años de opulencia, con la crisis actual tampoco se acometen. Para viajar, pues, a Madrid: coche, tren o autobús. El billete normal -hay descuentos- del tren Soria-Chamartín te cuesta 21,30 €; el del autobús ALSA normal 16,12 €. y el Premium, lujoso y caro, 29,30 €. No cabe otra elección: no existe mayor competencia. Con todo, el peor castigo de este viaje por la autovía A-15, inacabada, son sus insoportables rotondas. Para marearse y vomitar.
José María Martínez Laseca
(12 de septiembre de 2013)
jueves, 5 de septiembre de 2013
Me acuerdo de ti
Querido diario: lo más gratificante -pese a que resulte paradójico en este tiempo de mercenarios y adoración extrema al becerro de oro- yo lo sigo encontrando en lo intangible. Como son los recuerdos y los sueños. En esa memoria sentimental o emocional. “Hace unos días que no veo al Jesús”, les dije a mis amigos del Duero, sentados en la bancada a la sombra del frondoso sauce llorón, junto al punto de amarre de las barcas de recreo. “Se le murió el caballo de una indigestión”, me respondieron. “Vaya por dios, ahora me lo explico”, dije. No sé si ustedes han visto alguna vez a tan precioso animal. Ya sé que no era un vistoso pura sangre, competidor en los hipódromos; ni tampoco uno de esos caballos educados de la alta escuela ecuestre de Viena. Pero para Jesús significaba mucho. Era su mejor amigo. Su animal de compañía. Yo me lo encontraba con frecuencia paciendo en la ribera, contrastando la dignidad de su blancura con el verdor del paisaje. Transmitiendo una bucólica sensación de calma y paz, máxime en este tiempo en que dominan los carnívoros sobre los rumiantes. Por él, Jesús segaba la alta hierba que proveía como heno para el largo invierno. Y lo aseaba cepillándole la piel.
Era un equino goloso, que se acercaba a mí cuando le daba caramelos. A veces, los colegiales que visitaban los Arcos de San Juan de Duero se montaban a su grupa para fotografiarse consentidos por su dueño, que también orgulloso lo lució alguna vez en La Saca, por Valonsadero. Al recogerlo para conducirlo al establo, Jesús le silbaba y este acudía al trote, de contento. Han pasado unos días. A veces lo urgente nos hace descuidar lo importante. Para ti, Jesús, tras morir tu querido caballo, nada será como antes. (Al igual que para muchos de nosotros todo será distinto tras esta crisis cruel en que se han visto derrotadas las últimas resistencias del estado de bienestar). Se notará, sin duda, el vacío diario de la ausencia de su blanca alegría. Pero debes saber, Jesús, que tus conocidos seguimos a tu lado, solidarios con tu dolor. Necesitas del duelo, mas no te nos deprimas Espero verte pronto, amigo. Por tu hábitat de siempre, al otro lado del puente. Con tu boina, tan vital.
José María Martínez Laseca
(5 de septiembre de 2013)
Era un equino goloso, que se acercaba a mí cuando le daba caramelos. A veces, los colegiales que visitaban los Arcos de San Juan de Duero se montaban a su grupa para fotografiarse consentidos por su dueño, que también orgulloso lo lució alguna vez en La Saca, por Valonsadero. Al recogerlo para conducirlo al establo, Jesús le silbaba y este acudía al trote, de contento. Han pasado unos días. A veces lo urgente nos hace descuidar lo importante. Para ti, Jesús, tras morir tu querido caballo, nada será como antes. (Al igual que para muchos de nosotros todo será distinto tras esta crisis cruel en que se han visto derrotadas las últimas resistencias del estado de bienestar). Se notará, sin duda, el vacío diario de la ausencia de su blanca alegría. Pero debes saber, Jesús, que tus conocidos seguimos a tu lado, solidarios con tu dolor. Necesitas del duelo, mas no te nos deprimas Espero verte pronto, amigo. Por tu hábitat de siempre, al otro lado del puente. Con tu boina, tan vital.
José María Martínez Laseca
(5 de septiembre de 2013)
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