Girasoles mustios, membrillos, a salvo de la última granizada, que se doran y el campo todo va poblándose de ocres y amarillos. Caen las hojas lánguidas al suelo, lo que nos mueve a la melancolía, cual poetas románticos. Porque el cambio estacional, y en concreto este otoño, hace sentirse a algunos más apáticos y tristes. Otros lo estábamos por el deterioro de la política, ya que nuestros representantes no hablan claro sobre la dura crisis actual y tratan de embaucarnos usando eufemismos, cuando la realidad es la que es. Evidente perversión de la lengua, que ha de servir para entendernos mejor y no para enredarnos en su palabrería. Por eso, cada vez menos gente los cree y confía en ellos. Ellos, que tendrían que aportar ideas motivadoras y servir para cambiar las cosas, se advierten, en su mediocridad –salvo excepciones-, más como problema que como solución. Los psicólogos recomiendan para los casos de desánimo los tratamientos de psicoterapia, basados en la fototerapia y la luminoterapia, que responden positivamente a tales síntomas. Tratamientos, pues, con luz. Se requiere una mayor transparencia para captar bien cuanto está pasando: que los ricos se desentienden de los pobres.
Nuestro sistema hace posible que se diluyan las responsabilidades. Pasa, por ejemplo, con las acciones preferentes de los bancos, que son estafas legales. Y los políticos -pío, pío que yo no he sido- se lanzan, en su dialéctica cortoplacista, la pelota de la culpa los unos a los otros. Responsables profundos son de cuanto ocurre por aquí: ora por acción, ora por omisión. El alemán H. M. Enzensberger en su poema “Sobre las dificultades de la educación” expresa cierto desencanto sobre esta época y constata que no se puede cambiar la sociedad democrática si sus miembros no están convencidos del cambio. Así, clama, con ironía: “Todo fracasa por la gente (…) / Bueno, si no fuera por la gente / entonces las cosas serían de otra forma. / Si no fuera por la gente / se haría en un santiamén”. Por su parte el chino, reciente Premio Nobel de Literatura, Mo Yan (que significa “No hables”) declaraba: “escribir es la manera más libre y poderosa de expresarme”. Y yo eso lo tengo para mí.
José María Martínez Laseca
(18 de octubre de 2012)
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