De entre todos los elementos que componen una novela, el del personaje es el más difícil de lograr. Suele, por ello, dejársele que se manifieste en sus acciones y en su discurso, a medida que crece y se transforma en el transcurrir de la historia. Eso que ocurre en la ficción narrativa, a veces, se confunde con la vida, pues no en vano se dice que la realidad supera al arte. Viene esto a cuento por la irrupción en la vida política y social del personaje José Ignacio Wert, a la sazón Ministro de Educación del actual gobierno de España. Saltó a la palestra como un prodigio de petulancia incontinente, pero sin méritos apreciables. Apenas apareció en escena ya se pronunció sobre la materia como si conociera la solución para los males de la patria. Y todo sin encomendarse a nadie: ni a expertos en educación, ni a profesores que trabajan el aula día a día. Su iniciativa no fue en dirección tan deseable como la de intentar un pacto educativo para mejorar su calidad y tratar de reducir de ese modo el elevado porcentaje de fracaso escolar que tenemos. Antes bien, arremetió contra la asignatura de Educación para la ciudadanía y en vez de dotar al sistema de mayores recursos aplicó unos durísimos recortes que lo han degradado. Bajó salarios a los profesores, les amplió el horario de trabajo, expulsó a muchos interinos y aumentó la ratio de alumnos por aula. Menos becas y subida de tasas.
Algunas de sus declaraciones han sido sonadas. De las últimas, las realizadas con motivo de la huelga simultánea de educadores, alumnos y padres, en que vino a decir que la extrema izquierda más radical y antisistema estaba detrás, por lo que consideraba insólito que los padres se sumaran a la misma. Esto cuando CEAPA y CONCAPA, ante la crisis económica, demandan ayudas para libros de texto y el pago del comedor escolar. El actual modelo de educación pública y universal -de todos y para todos- es el bien público más valioso que tenemos, pues posibilita una verdadera igualdad de oportunidades a los más desfavorecidos. De aquí su defensa a ultranza frente a intentos de privatización. “Si somos el futuro, ¿por qué nos dais por culo?” clamaba una pancarta estudiantil.
José María Martínez Laseca
(25 de octubre de 2012)
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