“¿…de
que pasé por el mundo / quién se
acordará?” (LXI) se preguntaba Gustavo Adolfo Bécquer (Sevilla, 1836-Madrid,
1870). Y la respuesta podemos encontrarla
en la programación de actividades organizadas este año 2020 en aquellos lugares
por dónde pasó en su breve y ajetreada vida, junto a su inseparable hermano
Valeriano. Por la celebración gozosa del 150 aniversario de su muerte, que
insiste en liberarlo de su mal presentida condena al olvido.
Romántico, Bécquer persigue un ideal
(amoroso, político, vital) que choca con la desagradable realidad. Lo que le
provoca un sentimiento de frustración. Por eso busca refugio en su mundo
interior y se evade hacia el pasado o a lugares exóticos, retrotrayéndose en el
tiempo hasta la Edad Media. En su siglo XIX, convulso, de militares, material y
prosaico, la razón no convence, por lo que se adentrará en el lado oscuro. (Ese
que produce monstruos como Frankenstein de Mary W. Shelley).
G. A. Bécquer: hijo, sobrino y hermano
de pintores, era, asimismo, pintor. En su autorretrato, sentado en un sillón
fumándose un puro, simboliza a las musas en las bocanadas de humo. Consideraba
la poesía indefinible y más allá del
poema: “No digáis que agotado su tesoro, / de asuntos falta, enmudeció la lira;
/ podrá no haber poetas; pero siempre / habrá poesía” (IV). Con sus “Rimas” dialógicas
rompe muchos hilos líricos de su tiempo y será claro referente para las
generaciones posteriores: del 98, del 27, etc. Su poética es sencilla, nada
retórica e incluso irónica, pero fuertemente evocadora. “Yo sé un himno gigante
y extraño / que anuncia en la noche del alma una aurora” (I). Gusta de la rima
asonante en los versos pares y de una métrica poco habitual (dodecasílabos,
decasílabos y hexasílabos). Eugenio d´Ors la compara con “un acordeón tocado
por un ángel”. Triángulo de: mujer, poesía y amor. Clasificadas en: amorosas,
metapoéticas y de angustia existencial.
El estilo de su prosa es tan
revolucionario como el de su lírica. Leyendas milésicas frente a la tradición
de apólogos de “El Conde Lucanor”. Sincretismo del romance narrativo y el
cuento folklórico. Cernuda alaba su leyenda toledana “La ajorca de oro”. Cinco
son sorianas. “La Promesa” (de tradición cristiana); “El rayo de luna”, “La
corza blanca”, “Los ojos verdes” (fantásticas) y “El monte de las ánimas” (de
misterio).
A este poeta visionario hay que
leerlo. Como mejor homenaje.
José
María Martínez Laseca
(13
de febrero de 2020)
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