Puesto que sucedió en mayo de 1968
se nombra así a aquella revolución que tuvo su epicentro en París y cuyos
efectos se dejaron notar en otras latitudes de Europa, e incluso al otro lado
del Atlántico. Se cumplen, ahora, 50 años de lo que algunos filósofos
etiquetaron como “el gran susto” al poder establecido. Cierto es que, pasada la
década feliz de los 50, el 68 resultó un año muy convulso en el mundo
occidental. Porque, tras la primavera de Praga, acallada por los tanques
soviéticos, se produjeron los asesinatos de Martin Luther King y del senador
Robert Kennedy, en un contexto de lucha por los derechos civiles de los
afroamericanos, junto a las manifestaciones en las universidades
estadounidenses contra la guerra de Vietnam. En Alemania atentaron contra el
líder carismático estudiantil Rudi Dutschke y en México las protestas de los
estudiantes acabaron en la masacre de Tlatelolco. Sobre todos esos sucesos, el
Mayo del 68 francés se ha implantado en la memoria colectiva. Acaso porque la
actual revolución conservadora amenaza con llevarse por delante a todas las
conquistas civilizatorias de nuestro tiempo.
Todo empezó el 22 de marzo, con incidentes estudiantiles
en la Universidad de Nanterre, oponiéndose a la reforma universitaria del año
anterior. El 3 de mayo los universitarios, se trasladaron desde esa barriada
hasta la Sorbona, para protestar por el cierre de sus facultades. Los lideraban
los Ocho de Nanterre, entre ellos el franco-alemán, Daniel Cohn-Bendit.
Pero, la policía entró en ese recinto, tenido por un santuario del saber y el
debate. Los enfrentamientos prendieron el 10 de mayo en el barrio latino, que
se convirtió en el lugar de las reivindicaciones. Esta no era una revuelta más
del proletariado, sino que la protagonizaron los estudiantes por primera vez.
Tampoco primaban los motivos económicos, sino los culturales. Los obreros se
sumaron más tarde. El 27 de mayo los sindicatos firmaron los acuerdos de
Grenelle con el gobierno, que permitió aumentar el salario mínimo, otras
mejoras laborales y más días de vacaciones. El 30 de mayo, el presidente De
Gaulle disolvió la Asamblea General y convocó elecciones. Y ganó el pulso.
Pese a ello, Mayo del 68 esparció su semilla. Y
simboliza el inconformismo, la insurgencia. La esperanza humana en un mundo
mejor. No nos cambió el mundo, pero sí la vida. Y de ahí su añoranza.
José María
Martínez Laseca
(31 de mayo
de 2018)
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