Es un lugar
muy común habar del perro como el mejor amigo del hombre. Lo cual no implica
necesariamente una reciprocidad equivalente por parte de este. Acaso porque el
gato, que le seguiría de inmediato en esa afectividad, resulta un tanto huraño,
como si todavía ofreciera alguna resistencia a su domesticación inicial. Ambas
especies se encuentran por ello entre las más populares dentro de una larga lista
–en la que no faltarían los bichos más exóticos– a la hora de que las gentes elijan a
sus mascotas. En muchos casos como animales de compañía que llenan ese vacío
que provoca la carcoma de la soledad, en otros respondiendo a los deseos
caprichosos de los inquilinos más pequeños de la casa.
Responda a una u otra causa, la verdad es que no es
difícil percatarse de que ha ido aumentando el censo canino municipal. Y
excluyo aquí a los perros de caza que exigen a su tenedor la licencia
correspondiente y que se ubican en determinadas parcelas para su control. Me
refiero a esas mascotas que inciden en el discurrir cotidiano. Puesto que gustan sus amos de pasearlos por calles,
plazas y parques para lucir su pedigrí. Y aquí es donde puede surgir un
problema de falta de higiene y de deterioro de convivencia por el enfrentamiento
entre vecinos. Ello es debido a que los perros, en tanto que animales
irracionales, no controlan sus instintos y en su tránsito a cuatro patas,
aprovechan para miccionar allí donde les pete ya sea esquina de edificio,
puerta de casa o jardín de recreo, marcando así su territorio. Y lo que es peor,
de cuando en cuando, haciendo su deposición fecal por las aceras, para
desagrado de los peatones.
¿Qué se
puede hacer? Desarrollar una campaña de concienciación cívica dirigida a los
dueños de los susodichos animales. Ya
hace tiempo que en algunas ciudades se dispusieron pinzas con las que los
implicados recogieran las heces de sus perros, las introdujeran en una bolsita
y la depositaran en la basura. Y ello previo a la imposición de sanciones a los
infractores. Bueno es también recordar que los perros deberán circular por la
vía pública sujetos con correa y collar y provistos de bozal en caso de
peligrosidad.
De este modo, la imagen que nuestra ciudad ofrezca
tanto a los propios sorianos como a todos aquellos que nos visitan, sea un fiel
reflejo del grado de civilidad y buenas costumbres de sus habitantes.
José María
Martínez Laseca
(14 de junio
de 2018)