Daría mucho que hablar referirse
a las atribuciones, labor y modo de
elección de los Jurados de Cuadrilla que, unas veces por el paso del tiempo y
otras por la intervención de ciertas autoridades, les han ido privando de su
auténtico significado. Su cometido, otrora a lo largo de todo el año como
alcaldes menores o de barrio, se ha visto reducido al de figura central de las
Fiestas de San Juan, desde un punto de vista organizativo, para así mejor
“servir la fiesta a los vecinos de su cuadrilla”. En tal sentido, la ciudad de
Soria se divide hoy en 12 cuadrillas, por lo que deberá haber 12 Jurados (parejas)
al frente de las mismas. Inicialmente el Jurado (en singular) se elegía por
parte de los vecinos de la cuadrilla al inicio del año. Una disposición del
Ayuntamiento, de 1887, acordó designar a los Jurados por sorteo, entre las
personas que, a juicio de la
Corporación , estuviesen en condiciones de desempeñar el
cargo. Después vino la figura del Jurado voluntario, como ya se constata en la
cuadrilla de San Esteban en 1946, y que ahora es la fórmula dominante. Por consiguiente,
cuando esto no se produce –y ya van unos cuantos años de cierta desgana, sobre
todo en determinadas cuadrillas– se tira de “terna” y sorteo para su
nombramiento, de acuerdo con los artículos 7, 8 y 9 de las actuales Ordenanzas
de Fiestas de San Juan de 2002. Habría que analizar detenidamente las causas de
tan reiterada desafección del espíritu sanjuanero, a fin de subsanar el
problema, y entre las que no dudo se encontrarían muchas maniobras de favores y
concesiones habidos.
Al cavilar sobre lo anterior he
recordado lo que a mí me aconteció en relación con este mismo asunto. Corría el
año de 1991. Con fecha 8 de abril, la Comisión de Festejos me propuso ser Jurado de
Santa Catalina. Respondí el mismo día. Entonces estaban vigentes las Ordenanzas
de 1899 que excluían a quienes “hayan ejercido o ejerzan cargos municipales o provinciales”. Pese a
alegar dicha incompatibilidad, me metieron en la “terna”. Con todas las
papeletas a mi nombre, resulté, obviamente, elegido. Insistí en esas y otras
razones que me dificultaban asumirlo.
Les convencí y, ya exento, me propuse voluntario. Tuvimos que acelerar. Esos
sanjuanes fui el pregonero. ¡Viva San Juan y la madre / de todo el que lo
celebra!, concluí. Han pasado 25 años.
José María Martínez Laseca
(21 de abril de 2016)
No hay comentarios :
Publicar un comentario