Cuando acudo a mi trabajo en el Instituto Antonio Machado -que otrora fue Colegio de Jesuitas- alzo mi mirada para contemplarla. Desde siempre me ha llamado la atención ese vano en esquina, sito en la calle Aduana Vieja, junto a la plaza de San Clemente. Corresponde a la Casa de los Ríos (hoy Archivo Histórico Provincial), el palacete construido en el primer tercio del siglo XVI. Notable es su portada renacentista de finísimo ornato, con arco de medio punto entre pilastras y escudos de los Río y Salcedo en las enjutas y sobre él un balcón entre flameros, rematado por una especie de edículo con otro escudo. Pero mi vista se dirige, indefectible, hacia esa bellísima ventana en ángulo, coronada a su vez por otro escudo. Cuántas vueltas le he dado en mi cabeza a su rareza, tratando de desentrañar su misterio.
Casualmente, en una feria del libro viejo y de ocasión de Madrid, vino a caer en mis manos un ejemplar de la revista “Goya”, de 1976, donde Paloma del Hoyo y Alonso Fernández daban cuenta de la irrupción de estos elementos constructivos en el renacimiento español. Y pese a las varias fotografías con ejemplos de distintos lugares, este de Soria no aparecía. Allí se decía que dos álbumes de dibujos a plumilla del veneciano Iacopo Bellini daban ya testimonio de balcones en ángulo. Empero, aunque cronológicamente hubiera sido factible su influencia, se advertía, también, que Venecia no sirvió nunca de modelo arquitectónico a nuestro país.
En España aparecen en casas solariegas y palacios urbanos vinculados a la nobleza con una finalidad emblemática, dada la importancia que cobró la apariencia en la nueva época. Así se ha dicho –por Sven Hesselgren– que la historia de la arquitectura es la misma que la historia de las ventanas. Y esta paradoja contiene una buena dosis de verdad, ya que el carácter de un edificio depende en gran parte del tamaño de las ventanas, de su distribución y de su forma. La nobleza había abandonado sus castillos medievales para integrarse en la población urbana y la ventana era la única relación que la dama española tenía con el mundo. Con el auge de la Mesta, nuestra soriana ventana en esquina bien pudo -con la trashumancia- importarse desde Cáceres donde tanto abunda. Verifica, pues, un símbolo de ostentación de fortuna. De distinción de clase social.
José María Martínez Laseca
(19 de diciembre de 2013)
No hay comentarios :
Publicar un comentario