domingo, 18 de noviembre de 2012

Adiós, rebelde adiós

Aunque días atrás agencias difundieran tan triste noticia, esta se vio eclipsada por otras como la tragedia de la macrofiesta electrónica celebrada en la noche de Halloween -haciendo risa y burla de la muerte- en el Madrid Arena, y la primeriza paternidad del futbolista azulgrana Messi. Fue, precisamente, el día de difuntos. A los 86 años, fallecía uno de los mejores de los nuestros, pese a que nunca se le otorgara el premio de las letras de Castilla y León. Se trataba del profesor zamorano Agustín Carcía Calvo. Un pensador libre e independiente. Poeta, dramaturgo y ensayista. Intelectual inclasificable, entre otras cosas uno de los más grandes clasicistas del siglo XX. Siempre provocador, radical y consecuentemente hostil al sistema. Su copiosa y fecunda obra era acogida con una sorprendente conspiración de silencio por los medios que el mismo llamaba “de formación de masas”. Eso a pesar de haber sido galardonado por tres veces con los Premios Nacionales de Ensayo, de Literatura Dramática y Traducción.
Ha muerto uno de los críticos inmisericordes contra la estupidez en que todos nos movemos ("Vendrán más años malos y nos harán más ciegos", ya nos lo advirtió Rafael Sánchez Ferlosio). Él fue uno de los catedráticos perseguidos por el régimen franquista y apartado de la cátedra debido a las revueltas estudiantiles de febrero de 1965. Inconfundible en su aspecto físico entre cantautor y asaltante de caminos. A la hora del fútbol, los miércoles, tenía su tertulia en el Ateneo de Madrid. Como uno más participaba en la Puerta del Sol del movimiento de indignados del 15-M. Siendo su Presidente Joaquín Leguina, compuso el himno de la Comunidad de Madrid (“Yo estaba en el medio: / giraban las otras en corro, / y yo era el centro”) por el simbólico precio de una sola peseta,. Os confieso que a mí seguirá conmoviéndome el escuchar su entrañable letra de “Libre te quiero” (“…Pero no mía / ni de Dios ni de nadie / ni tuya siquiera.”) entonada por Amancio Prada. Sobre tu tumba escribo estos versos de Tomas Tranströmer a modo de respetuoso epitafio de despedida: “En la mitad del bosque hay un claro inesperado que sólo puede ser encontrado por aquellos que se han perdido”.
José María Martínez Laseca
(8 de noviembre de 2012)

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