El tiempo es
orden. Su regulación partió de las actividades que se realizaban. Y la
revolución industrial con sus procesos productivos extendió el uso del reloj. Fue
el calendario romano el primer sistema para trocear el tiempo en la Antigua Roma.
Creado por Rómulo, el año comprendía diez meses lunares. Los primeros con
nombre de dioses, como Martius (marzo) en honor a Marte, etc. y los demás por
su turno. Así, September (7º), October (8º), November (9º) y December (10º) y
último. Al pasar de un año a otro quedaba, pues, en invierno, una especie de
“tiempo muerto”. Se dedicaba a ritos de purificación colectiva. Hasta que
llegaba el equinoccio de primavera con el primer mes de marzo. En el 46 a. C.,
Julio César implantó su calendario solar, el Juliano, ya con 365 días y 12
meses, que conservaron sus nombres anteriores, si bien antepuso los meses de
Ianuarius (enero) y Febrarius (febero) al de marzo. En 1582, el Papa Gregorio
XIII dictaba su calendario, el gregoriano, vigente en la actualidad.
Para la sabiduría popular es a mediados de enero
cuando más frío hace. Ha finalizado el Adviento y la Navidad y se va a entrar
de lleno en el ciclo de Carnaval. Lo anticipan las mascaradas, con sus juegos
sensuales y liberadores, y se prenderán hogueras (símbolos solares) para que
con su calor la tierra dormida comience
a despertar. Y vuelve a la carga la cristianización con su santoral de invierno
encarnado en los santos barbudos, objeto de gran devoción. Arrancan con San Victorián,
el día 12, y terminan con San Sebastián, el 20. Entre medias, San Mauro (el 15)
y San Antón, o San Antonio Abad, (el 17). Este, según la leyenda, curó al cerdo
que va con él. Por eso se le tiene por defensor de los animales. En su festividad
algunos se acercan a la iglesia para que bendiga a sus mascotas. Tal sucede en
Zamora. Pero yo acudí allí para participar en la sanantonada que, desde 1962,
con Ángel Centeno al frente, celebra la Cofradía del Cencerro o de los “burros”.
Sus cofrades visten cual tratantes de ganado: jubón, boina negra, pañuelo
blanco y alforjas al hombro. A los sones de los Gaiteros de la Calle Real de
Soria (que cumplen ya 30 años acudiendo), recorren por la noche las calles más
céntricas de la ciudad, repartiendo las roscas de pan que portan ensartadas.
Por colofón: cena de fraternidad, con alubias de plato principal. Una gozada.
Que la cultura es vida.
José María
Martínez Laseca
(24 de enero
de 2019)
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