Segoviano de
raíz. Nació en 1937, cuando nuestra sangrienta guerra incivil. De familia muy humilde
(la miseria era otro tipo de censura) y, pese a ello, pudo estudiar Magisterio
y Filosofía y letras. (La educación para la valentía, la valentía cívica es
importante –dice J. A. Marina). Su nombre: Andrés Martínez López, pero cambió
sus apellidos, tan comunes, por el de Sorel, en honor a Julián Sorel
protagonista de la novela “Rojo y negro” de Stendhal. Me entero de su muerte en
Madrid, el pasado 8 de enero, a los 81 años. Luchador incansable contra la dictadura
franquista. Después, contra las debilidades de la democracia. Coherente hasta
el final. Me sobran, pues, los motivos para recordarlo. Su rosto de barbudo,
ojos pequeños, frente despejada y pelo largo, emerge a mi memoria iluminado por
su enérgica voz de orador y despertador de conciencias. Desde mis dorados años de
estudiante en el Colegio Universitario de Soria. Era un intelectual con coraje.
De izquierdas. A pie de calle.
He vuelto a abrir su libro intitulado
“Castilla como agonía” (1975), adelantándose en mucho tiempo a la preocupación
por esta tierra ya bajo el signo de la emigración y el despoblamiento. Lo
ejemplificaba con el pueblo soriano de Albocabe. Entonces no existía la región
de Castilla en España como entidad política-económica, con autonomía
administrativa. Y dedicaba sus páginas: “A la memoria de Antonio Machado, cuya
lectura, durante mi infancia castellana, fue el mejor camino para descubrir y
amar a las gentes sencillas del pueblo”. Precisamente de “Antonio Machado y
María Zambrano en Segovia” nos habló la última vez que yo lo vi. Fue aquí, en
Soria, el 8 de noviembre de 2007. Nos narró la secuencia del 25 de enero de
1939. Un coche recoge a Araceli (viuda de Blas Zambrano) y sus dos hijas y se
dirige por Barcelona hacia la frontera francesa, porque España ha caído en
manos de los facciosos. Hay una larga cola hacia el exilio. De pronto, ven a
dos personas a cual más vieja. A Antonio Machado lo sostiene su madre. Les
ofrecen subir. Ellos dicen que no. (…)
Siempre meditativo. “Hoy de lo que
se trata es de burlar la capacidad de que cada uno [de nosotros] piense por sí
mismo. De ahí el ruido, de ahí el zapping y de ahí el constante estar ocupado
viendo cosas sin reflexionar sobre ninguna”. Gracias y hasta siempre Andrés
Sorel. Porque tú tuviste la funesta manía de pensar.
José María
Martínez Laseca
(24 de enero
de 2019)