jueves, 25 de septiembre de 2014

De la despoblación

Días atrás viajé a Calatayud, sita a orillas del río Jalón, que dista unos 90 kms. de nuestra ciudad. Se trata de la cuarta población en importancia de la vecina Comunidad Autónoma de Aragón, por detrás de sus tres capitales de provincia: Zaragoza, Huesca y Teruel. Porque rebasa los 20.000 habitantes. Recorrí sus calles y plazas, tanto del casco viejo como de su parte moderna, y me gustó, no ya por su rico patrimonio histórico-artístico y su gastronomía, sino, también, por el latir de su vida cotidiana. Antes había estado allí, de paso. Anoto que desde 2001 dispone de una estación del AVE, con la que íbamos a enlazar desde Soria por medio de la famosa lanzadera (¿Ubi sunt?).
Al patearla, observé oquedades en su casco urbano. Consecuencia directa de los precipitados derribos de edificios por el ansia especulativa de la construcción, y que al pincharse la burbuja inmobiliaria han dejado esos solares para corrales del sereno. ¿Qué locura colectiva nos llevó a pensar en la necesidad de tal oferta de vivienda nueva a tan elevados precios? ¿De dónde iba a venir la cantidad de gente requerida para habitarlas, máxime cuando esto sucedía en todos los sitios a la vez? ¿Acaso se esperaba una masiva invasión de los “bárbaros” del norte? Me fijé, en la carretera, al pasar por Almenar de Soria, como se ofertaban sin éxito unas cuantas viviendas unifamiliares adosadas. Aún me acordé de aquella ocurrencia del salto del Duero expandiendo el plano de Soria, la que se justificaba en la pretensión de dar cabida a 100.000 habitantes en la ciudad, cuando ni succionando a la provincia entera se alcanzaba dicha cifra. Ni aun acogiéndose al interesante fenómeno de segunda residencia.
Somos pocos, dispersos y envejecidos. Acaso con la despoblación nos pase como con la crisis, que, de tanto mentarla, parece perder su importancia. La mayoría de la población reside en el litoral y en las grandes ciudades. El interior de España, con provincias como Soria, Zamora y Teruel, se vacía. Si “Gobernar es repoblar” los sucesivos gobiernos han fracasado en el reto del equilibrio territorial. Ahora los doctores del Congreso la consideran “un problema de Estado” y los galenos del Senado están auscultándola. Pero dinero llama a dinero y el cáncer de la despoblación hiede a silencio y soledad.
José María Martínez Laseca
(25 de septiembre de 2014)

Lecciones del románico

Partiendo de de que no es posible entender el mundo sin un relato, cabe pensar que la plasmación iconográfica de las medievales iglesias románicas era la mejor manera de contarles a la mayoría de parroquianos analfabetos la historia sagrada. Así, en la fachada, presidiendo, se encontraba el Cristo Majestad, rodeado por los cuatro evangelistas. No faltaban los arcángeles San Miguel y San Gabriel, ni los veinticuatro Ancianos del Apocalipsis, ni el Espíritu Santo en forma de paloma, o el cordero de Dios. Además, aparecían Abel, Melquisedec y la creación de Adán y Eva junto al árbol simbólico del Paraíso.
Por las arquivoltas de la puerta de acceso o en el interior, se mostraban la Anunciación, La Visitación, el aviso de los pastores, la Natividad, la comitiva de los Reyes Magos, Herodes, la Matanza de los Santos Inocentes y otras representaciones de la vida adulta de Jesús. Son escenas extraídas del Viejo y del Nuevo Testamento, las que conforman una suerte de pedagogía visual, cuya finalidad era la de trasladar de manera eficaz a los creyentes el mensaje de que la salvación estaba del lado de aquellos que seguían el ejemplo de Jesucristo.
Es conveniente, además, realizar una lectura más detenida de otras imágenes labradas en los capiteles historiados para rastrear en ellos posibles usos y costumbres de la vida cotidiana. Porque nos aportan mucha información acerca de las prácticas más frecuentes y que menos se adecuaban a los preceptos de la iglesia. Este es el caso de aquellos vicios y pecados reprobados en los textos sagrados, homilías y sermones. No en balde tales pecados tienen la consideración de capitales. No eran sino recomendaciones dirigidas al pueblo llano. Aspectos a corregir como la lujuria, la avaricia, la embriaguez, la mentira, la difamación, etc. (presentes en ejemplos del Libro de Buen Amor de Juan Ruiz, el famoso Arcipreste de Hita) por tratarse de pecados posibles para cualquier cristiano y que debían de constituir práctica frecuente y generalizada entre los individuos a los que se dirige el mensaje.
De ahí cabe deducirse el más que probable afán moralizante de tales representaciones, al pretender persuadir a los fieles de las nefastas consecuencias que tendrían para su salvación tales prácticas. Hay en los templos románicos otras esculturas que muestran a hombres y mujeres exhibiendo impúdicamente sus cuerpos desnudos con escenas de sexo explicito. El lo que se conoce como el románico erótico. No sólo aparece en canecillos, capiteles y metopas, sino que incluso en el interior de las iglesias.
Lo que nosotros hoy vemos como algo escandaloso, para la gente del siglo XII era algo normal. La sexualidad –el denominado loco amor- encajaba dentro de lo cotidiano. Al igual que ocurre con el Libro de Buen Amor, muchos son los argumentos expuestos para justificar el enigma de estas representaciones en los templos. Desde la función moralizadora para reprimir vicios y pecados, pasando por la necesidad de incentivar la procreación, dada la mortalidad de la época, hasta la mera y simple plasmación de la propia realidad. Llevándolo más lejos, esas especulaciones podrían remitirnos al libre albedrío, es decir, a la capacidad de los hombres para decidir sus acciones. De escoger. Desconocemos que eso existía o no y si era posible en aquel tiempo tildado de oscurantista. Pero, llamativamente, aquellos pobladores se nos muestran como si la libre elección existiera. Y todo ello porque un mundo sin la ilusión de la decisión les parecería insoportable moral y estéticamente.
José María Martínez Laseca
(22 de septiembre de 2014)

Aprender lengua

Le gustaba al filósofo José Antonio Marina contar la historia de un profesor americano de Pedagogía que, el primer día de curso, decía a sus alumnos, futuros profesores: “He dedicado este verano a enseñar a hablar a mi perro. Está ahí fuera. ¿Queréis que pase a haceros una demostración?” Y los alumnos asentían entusiasmados. Así que el profesor introducía en el aula a su perro, que iba directamente a tumbarse delante de su mesa. Pasados cinco minutos, el perro no decía nada. Pasados diez minutos, el silencio continuaba. Por fin, un alumno osó ponerse en pie y exclamó: “Señor profesor, su perro no habla”. Y el profesor respondió: “Espero que esto os sirva en el futuro. Yo he dicho que había enseñado a hablar a mi perro, no que mi perro hubiese aprendido”. Lo importante no es tanto enseñar como que los alumnos aprendan.
Otro profesor en su primera clase escribía en la pizarra: “Comienza la clase de lengua, ¡silencio, por favor!” y “Vamos a estudiar una lengua extranjera, que se llama español o castellano”. A sus alumnos, poco acostumbrados a la interacción oral, apenas les llamaba la atención el primer enunciado –extraído, por cierto, de una viñeta humorística de El Perich–, mientras que sí se revolvían respecto al segundo, por entender que el español era su lengua materna y, en consecuencia, no les resultaba extraña. Y el profesor les comentaba que el uso funcional y comunicativo de la lengua debe desarrollarse en todos los ámbitos: expresión oral y escrita y comprensión oral y escrita. Que no se trataba de que ellos se entendieran entre colegas, sino de que supieran hacerlo siempre correctamente.
A propósito, el escritor Luis Landero refería que, por aquello de estar a la moda, a los mandamases educativos se les ocurrieron lindezas como hacer árboles sintácticos con las frases, pero los alumnos no aprendieron a escribir y a leer como Dios manda. Y aludía a que “en COU, yo sigo enseñándoles lengua, con mucho aparato terminológico, pero bastantes de mis jóvenes alumnos leen titubeando y sin entender a la primera lo que leen, su bagaje léxico es exiguo, un hipérbaton o una oración subordinada les es ya un laberinto, quieren explicar algo y no les alcanzan las palabras”. No es, pues, una tarea fácil. Porque aprender lengua lleva toda una vida.
José María Martínez Laseca
(18 de septiembre de 2014)

sábado, 13 de septiembre de 2014

Dis Berlin

Este septiembre, en la Sala de Exposiciones del Palacio de la Audiencia de Soria, cuelga sus cuadros –bajo el significativo título de “Homo Sapiens”– el pintor Dis Berlin. A mí me tenía mosqueado esa máscara que encubría –¿o, por el contrario, revela?– su personalidad. Así que, atraído por tal halo de misterio, acudí a la inauguración en la tarde del pasado jueves, día 4.
El creador, Mariano Carrera Blázquez (Ciria, 1959), habló para decirnos que todo artista necesita del afecto del público y que por eso, para buscarlo, sale de su cueva, que es el estudio, con el fin de ofrecerle el trabajo realizado. Y dice que esta ocasión tiene para él un valor sentimental, ya que hacía un año que murió su madre, y porque solamente cree en una patria y esa no es otra que el pueblo donde nació. Pueblo hermoso, en el que vivió poco tiempo (a los 5 años emigró a Zaragoza), pero que dejó que su infancia creciese. Ese paisaje escarpado, las montañas, sus cuevas –los primeros pasos que dio hacia un mundo propio–, le fijaron una huella indeleble. (En el acto, familiares y vecinos de Ciria). Y reivindicó su condición de soriano, porque pese a que, como dijo, pareciera de otro planeta en cuanto a lo que hacía; sin embargo, el rigor y el trabajo de la gente de esta tierra los tenía inculcado en su sangre. En este mismo sentido añadió que le causaba un especial placer saber que en este lugar al que pertenecía verían su obra de una manera sosegada, que es como hay que ver la pintura, sin las prisas con las que lo hacen en Madrid o en otras capitales, donde la mirada ya ha desaparecido. Y pidió a los sorianos que dedicaran un tiempo de su visita a la exposición para ampliar su sensibilidad y recrear su universo.
Antes, la comisaria de la muestra, Elena Ruiz Sastre, nos advirtió que el camino de la perfección y el conocimiento en el arte tiene mucho que ver con la mirada personal de cada uno de nosotros. Sea para sentirla o analizarla. Porque, con su lenguaje cifrado, Dis Berlin lanza sugerentes guiños a la cultura, al cine, a la literatura, a los años 40… que provocan las evocaciones del espectador. Son cuadros mimados al detalle en su estética, que remiten al collage y a la escritura automática. Auténticos poemas visuales no exentos de crítica, ni de melancolía.
José María Martínez Laseca
(11 de septiembre de 2014)

martes, 9 de septiembre de 2014

Candados del amor

Románticas se antojan las acciones de las parejas de enamorados que marcan, con la punta de sus navajas, sobre las blandas cortezas de los árboles, los contornos de unos corazones que cobijan en su interior sus dos nombres acompañados del día de sus promesas. En la orilla izquierda del río Duero a su paso por Soria, se halla ese paraje idílico, de los más bellos de España, que transcurre entre San Polo y San Saturio, y allí se pueden encontrar ejemplos de cuanto digo. El poeta Antonio Machado lo observó con sus propios ojos en sus habituales paseos de meditación y lo anotó así en su cartera: “Estos chopos del río que acompañan / con el sonido de sus hojas secas, / el son del agua cuando el viento sopla, / tienen en sus cortezas / grabadas iniciales que son nombres / de enamorados, cifras que son fechas”. Versos que quedan incrustados en la roca. Es el mismo escenario en el que Gustavo Adolfo Bécquer situó la acción de su hermosa leyenda “El rayo de luna”.
“Hoy las ciencias adelantan, que es una barbaridad” le decía don Sebastián a don Hilarión en la zarzuela de La verbena de la Paloma. ¿Acaso, avanzan también los usos y costumbres? Digo esto porque, desde la publicación de la novela rosa 'Ho voglia di te' (Tengo ganas de ti), del italiano Federico Moccia, después llevada al cine, cuyos personajes colocaban un candado en el 'Ponte Milvio' de Roma, se ha ido extendiendo –desde París a Sidney– por todo el mundo la moda de colocar tales artilugios sobre las barandillas de los puentes. Son los denominados “candados del amor”, que proliferan cada vez más, cual si del invasivo mejillón cebra se tratase. Hasta el punto de hacer peligrar con su peso dichos puentes. Aunque no llega a tanto, también puede observarse su contagio sobre las barandillas de la pasarela que conduce a la ermita de San Saturio. Por donde accedió San Prudencio a visitar a su maestro anacoreta.
“Mira –dijo señalando con su dedo índice quien me pareció ser el cabeza de familia del grupo–, también aquí hay unos cuantos de esos que llaman candados del amor para siempre. Pronto vendrán a descerrajarlos”. “Son como los tatuajes hechos en la piel, que ahora ya se pueden borrar”, oí que le respondió una joven adolescente. Porque el amor ha de ser libre, sin tan férreas ataduras.
José María Martínez Laseca
(4 de septiembre de 2014)

lunes, 1 de septiembre de 2014

Improvisada lidia de un novillo en un pueblo de Soria

Así se titulaba el breve aparecido en la página 85, del periódico ABC, edición de la mañana, correspondiente al domingo 12 de julio de 1959. Han pasado 55 años de aquello. El pueblo soriano al que se refería no era otro que Almajano. La información fue difundida a España entera por la agencia de noticias Cifra. Leámoslo:
“Soria.11. En el cercano paraje de Valonsadero, uno de los novillos que allí pastaban se desmandó y presentó, de improviso, en la plaza mayor del pueblo de Almajano, donde varios jóvenes descansaban de las faenas agrícolas. Rápidamente improvisaron capotes con sus prendas de vestir y comenzaron a capear al novillo, resultando una corrida completa, ya que el novillo embestía y acudía a la cita. La plaza se llenó de gente, que tributó calurosas ovaciones a los jóvenes toreros. Como la res no pudo ser reducida, uno de los lidiadores acabó con el bicho, entre los aplausos del público”.
Sabemos que hubo un encuentro previo entre el fugitivo animal y Cipriano Sanz, cuando este se dirigía con su yunta de vacas por el camino de La Losilla a binar una finca. Se le arrimó el novillo, que buscaba compañía, pero el Cipriano lo despachó, con lo que el bóvido se introdujo en la dehesa comunal. Al traer el ganado, con la tarde vencida, se condujo al novillo entre las vacas hasta el corral del Pepe de la Visita.
Llama la atención que se dijera que el novillo procedía del distante monte de Valonsadero. Felizmente, habían concluido en la ciudad de Soria sus tradicionales Fiestas de San Juan, tras la romería del Lunes de Bailas junto al Duero, el día 29 de junio. Y no tengo ningún dato, tras husmear en la hemeroteca, que lo acredite como uno de los toros de cuadrilla que el Jueves La Saca, el 25, se desvió de su recta trayectoria hacia los corrales de “La Chata”.
Aquel año fue el primero del ofrecimiento de jurados voluntarios. El día 14 se había celebrado ya La Compra del Toro y el 21 se presentó la canción pasodoble “Embrujo sanjuanero”, de Jesús Hernández de la Iglesia y Francisco García Muñoz. Sabemos que el 28, Domingo de Calderas, torearon los diestros Carlos Corpas, Juan Antonio Romero y Diego Puerta. Eso sí, el año anterior de 1958 la sensación de ¡que va suelto! la había causado un toro escapado de La Saca, que consiguió llegar al mismo corazón de la ciudad, provocando el pánico entre los tan tranquilos paseantes. Cabría, por ello, suponer que perteneciera a la vacada estable de Valonsadero, o bien fuera uno de esos toros reservados en la cañada del monte para las novilladas que por aquellas fechas se celebraban en beneficio del C. D. Numancia.
Lo de Almajano coincidió en el tiempo con el desarrollo de los afamados Sanfermines de Pamplona. En concreto, con su quinta corrida de feria. Comenzó la mañana con el encierro de los toros miuras. Y refiere el cronista, que presenció el ritual, que aquel día, “tronaba y relampagueaba a las seis y media de la mañana tristona, cuando la gente iba camino de la plaza”. Tan solo se corrieron cuatro toros. Por la tarde, no obstante, lució el sol, y el espectáculo obtuvo este resultado: “Solanito” dio la vuelta al ruedo en el cuarto, el sobrero; Curro Girón cortó una oreja al segundo y Diego Puerta, el mejor, una oreja al tercero y las dos al sexto, con salida a hombros del mocerío. Pese a ello “me aburrí como un hongo”, anotó el periodista. Los miuras resultaron apacibles. Y “la corrida, careció de interés”.
Mucho más interés tuvo el festejo taurino de Almajano. Las tapias del corral-plaza de toros se veían repletas por curiosos espectadores de todas las edades y hasta algunas mujeres se asomaban a las altas ventanas de la casa de enfrente, la del tío Josetón. El torete lucía fina estampa. Y embestía con brío, desbaratando los intentos de los mozos más valientes -que se le acercaban capa en mano-, obligándoles a refugiarse en un carro plantado en el centro del ruedo. Que a punto estuvo de escaparse cuando el Juan Pedro Vadillo, por descuido, dejó la puerta abierta. Allí se vio al Santos y al Juan Luis, al Lorenzo “El Cucán” y al Urbano, entre otros. Más de uno, aquella tarde, puso en riesgo su vida. El torete en cuestión era todo un miura, y lo hubiera disfrutado, sin duda, aquel cronista, enviado especial a los Sanfermines, de haberse desplazado hasta Almajano.
Si acaso, deslució su desenlace trágico, que aconteció de forma inesperada. El médico de Narros, don Jesús “El Rabanizo”, (hay quien nombra al Abel), tratando de atraparlo a lazo por los cuernos, propició que la soga se le bajara al cuello y el bicho murió ahorcado. Entonces se hizo el miedo. Pero Amado Arribas, como alcalde que era, dio aviso al Gobierno Civil, y el Marino, con su camioneta, llevó al torete muerto a la capital.
Muy bien podemos apreciar aquí como los hechos cambian según quien nos los cuente. Yo he procurado recomponer el puzzle roto de aquel día. Si bien algo enturbiados por el óxido del tiempo, muchos jirones de su recuerdo todavía permanecen en la memoria colectiva. Doy así en constatar la arraigada afición taurina entre las gentes del lugar. Hasta hace escasas fechas en Almajano se corrían encierros matutinos en sus fiestas patronales de agosto, y, aún mucho antes, era tradición asentada, por San Roque, hacer el cerramiento de la plaza de toros con los carros agrícolas, para que los mozos practicaran la capea con las reses más bravas. Lo corroboran unas fotografías expuestas en su centro social.
José María Martínez Laseca
(29 de agosto de 2014)

Elección de alcaldes

Mucho está dando que hablar la envenenada propuesta del PP de reformar la Ley Electoral (LOREG) para la elección directa de alcaldes en los 8.116 Ayuntamientos de España. Entre otras cosas porque lo que no se expone con claridad mueve a controversia. Pretende, bajo la coartada de la gobernabilidad del municipio, sea nombrado alcalde el cabeza de la lista que consiga el 40% de los votos y saque al siguiente al menos 5 puntos. De no ser así, habría una segunda vuelta entre los dos más votados.
Se la tilda de reforma electoral exprés, toda vez que nos encontramos a menos de 9 meses de la celebración de las próximas Elecciones Autonómicas y Municipales de mayo de 2015. Y se dice que es interesada por parte del único partido que la promueve –que amenaza incluso con implantarla en solitario–, dado que tiene difíciles los pactos postelectorales, de no obtener mayorías absolutas, y podría perder importantes alcaldías de capitales de provincia en las que ahora gobierna, entre otras Madrid. El pánico ha cundido en sus filas tras las pasadas Elecciones Europeas del 25-M en las que el PP, que solo superó el 40% de respaldo en Ceuta y Melilla, bajó hasta 16 puntos y perdió más de 3 millones de votos. Por eso quiere imponer sus propias reglas de juego –con lo que el 40% valdría más que el 60%– cambiando el vigente sistema de representación proporcional por otro de tipo presidencial. Al aplicarlo únicamente a Ayuntamientos, pero no a Parlamentos Autonómicos, ni al Congreso, aún siendo técnicamente posible, introduciría contradicciones enormes en el sistema y rompería la lógica constitucional, al otorgar la mayoría absoluta a quien solo ha sacado un porcentaje pequeño de votos.
Solo un pucherazo justificaría la urgencia en cambiar, unilateralmente y sin consenso, la lógica electoral que se aplica desde 1979. Su mayor coste económico tampoco cuadra con la cacareada austeridad del PP. Es inoportuna con el debate soberanista abierto, e insultante el vincularla con la regeneración democrática contra el lastre de la corrupción, que precisa de más ética y de una mejor fiscalización del poder. Que Rajoy dé la cara y se explique. Pero que no se negocie desde la oposición ningún cambio que suponga una regresión democrática, en lugar de una representación más equitativa.
José María Martínez Laseca
(28 de agosto de 2014)